Equivocarse y levantarse
no tiene problema alguno, perder para tomar impulso y ganar luego tampoco,
entristecernos para luego sonreír tampoco, pero creo que los extremos si son un problema.
El
otro día conversaba con una amiga que se acababa de divorciar y estaba
siguiendo su vida como si nada luego de más de 10 años de casada, ella me decía
que ella se decía a sí misma "no llores, no te apenes, ni una gota de
lágrima, sigue adelante", no sé en qué
manual de la mujer dice que cuando nos pasa algo muy doloroso no nos
podemos tirar a la cama a llorar, no nos podemos dejar caer, no podemos
pedir ayuda, y que solas con nuestro dolor nos debemos de quedar, si lo dice en
algún manual hay que botarlo a la basura, sufrir,
sentir dolor, llorar no es nada malo, lo malo (desde mi humilde
perspectiva) es negar que este dolor exista y sepultarlo en nuestro corazón,
pues eso nos enferma y deteriora paulatina y sistemáticamente nuestra vida.
Otro
tema parecido pero distinto a la vez es
el quedarse en la pena eterna, echándole
la culpa a algo que sucedió hace años y que pareciera que sucedió ayer. Creo
que cada quien sufre su pena como mejor le parece, pero eso de vivir en pena
toda la vida, o como me decía mi amiga “yo no me vuelvo a enamorar porque yo sí
creo en el amor verdadero” (ella se había divorciado y obvio que el amor
verdadero era el primero que no resulto), me parece que también es una
exageración o quizá una excusa para no arriesgarse a seguir adelante, una excusa para no movernos de nuestra zona
de confort, una excusa para que nos sigan mimando y sigan pendientes de
nosotras, una excusa para depender de otros y que no sea nuestra la
responsabilidad de nuestra vida y de su historia.

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